domingo, 14 de diciembre de 2025

La Ley de Goodhart en mi Escritorio: Cuando el Incentivo Corrompe la Ciencia


Desde mi posición, la ciencia no se ve a través del microscopio, sino a través de los metadatos. Mi labor no es generar la hipótesis, sino custodiar la validación y el registro que permiten, al final del ciclo, que los decisores asignen los recursos y bonos correspondientes. Es un lugar privilegiado para observar el ecosistema, pero también para diagnosticar una patología creciente que John Ioannidis ya identificó en Nature: el auge de los "autores hiperprolíficos".

Gestionar la producción científica hoy en día se siente, a menudo, como luchar contra la Ley de Goodhart: "Cuando una medida se convierte en el objetivo, deja de ser una buena medida". En nuestra institución, buscamos premiar el aporte al conocimiento, pero mis reportes numéricos revelan que algunos investigadores han dejado de perseguir la ciencia para perseguir la métrica. Han entendido el sistema de "cash-per-publication" (pago por publicación) no como un incentivo a la calidad, sino como una carrera de volumen.

Lo veo en las bases de datos que administro. Me encuentro con perfiles que reportan más de veinte publicaciones al año, cifras que humanamente rozan lo imposible si hablamos de ciencia rigurosa. Al auditar estos trabajos para preparar las tablas de elegibilidad, la "magia" estadística se desmorona y aparece el "Salami Slicing" (rebanado de salami) en su máxima expresión: un artículo sobre el "Impacto del meteorito XY en EE. UU." y otro casi idéntico sobre el "Impacto del meteorito XY en Latinoamérica". No son dos hallazgos; es la unidad mínima publicable estirada para inflar el currículum.

Esta obsesión por la cantidad ha generado una paradoja administrativa frustrante. Estos autores, tan eficientes para producir en lotes los papers, muestran una desidia absoluta hacia el rigor del registro. Parecen creer que su estatus de superproductores los exime de leer las bases de los concursos o de cargar sus metadatos en los medios digitales señalados para hacer el correcto seguimiento.

La ironía estalla cuando se publican los resultados. Mi equipo y yo, que no decidimos los montos pero sí proveemos la data dura para la toma de decisiones, recibimos correos urgentes y molestos. Son reclamos de aquellos que, habiendo publicado en masa (a veces rozando las prácticas de las revistas depredadoras por la velocidad de aceptación), se indignan porque sus trabajos no aparecen en el reporte final. El reclamo es siempre el mismo: "Ojalá puedan considerar estas publicaciones". La respuesta técnica es simple: no se consideraron porque el autor no tuvo la gentileza de seguir el procedimiento de su registro. La métrica no puede premiar lo que no está correctamente gestionado.

Mi reflexión es un llamado a la comunidad. El sistema de incentivos no debe convertirse en una "gamificación" perversa donde el objetivo es acumular puntos a toda costa. Como gestores de información, nuestro desafío es refinar los filtros para detectar estas prácticas y proteger el valor de la ciencia real. Y para los investigadores: recuerden que un bono económico se gasta rápido, pero la reputación de haber caído en la producción en masa y el descuido profesional queda registrada para siempre en las bases de datos.

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